jueves, 15 de diciembre de 2016

UNA HABITACIÓN PROPIA




A veces me recibe como a una hija pródiga. La ventana soleada, la mesa en desorden, los lápices afilados y la temperatura ideal, ni frío ni calor. Un recibimiento en plan: "¡Te echaba de menos! ¿Qué haces que no empiezas a trabajar?". Cuando la habitación propia que me prometió Virginia Wolf me acoge con los brazos abiertos, me hace sentir que este es mi sitio en el mundo. Que nada, jamás, me hará tan feliz como teclear sin tregua. Que escribir es surcar el mar al timón de un barco pirata y que es eso, precisamente, lo que siempre he querido hacer. Son los días luminosos en los que este oficio es tan divertido como ir al cine con una caja de palomitas… Pero pasado ese tiempo de buenaventura (que con más buenaventura pueden ser meses) de repente un día tu cuarto da un portazo y echa la persiana. Como quien echa el cierre. Tú quieres entrar. Es tu habitación. Abres y al instante sientes una bocanada de aire que te deja helada y te expulsa de allí. Miras de lejos la mesa vacía, los lápices romos, los libros ordenados como si… En fin, los miras como si fuesen ellos los que clavasen sus ojos en ti. Ajenos a ti. Como si estuvieran a punto de lanzarse de canto contra tu frente. No entres, te dicen, como si les hubieras traicionado. Este no es lugar para flojos, te escupen. Y tú pasas de largo y los días de remordimiento se suceden y tengo que escribir es el pensamiento enfermizo del que no consigues zafarte. Y no sabes qué hacer ni dónde refugiarte. Porque la verdad es que ni eres pirata ni el barco era tuyo; el mar estaba de galerna y el timón rulaba, descontrolado, a babor y estribor mientras tú naufragabas… 
Desdramaticemos, por favor. Soy escritora. No hay que asustarse. No pasa nada. Al amanecer del día equis tras el naufragio, la puerta de la habitación propia se abre de golpe como se abriría el ojo de buey de un barco, y el sol entra a empujones y lo invade todo como si fuera verano. Y te acuerdas de que, oh sí, sí que eres pirata y dominas el timón y conoces el mar mejor que Neptuno y el mar te ama tanto como a la sirenita. Y todo vuelve al principio. 

2 comentarios:

  1. ¡Me encantó y me identifiqué mucho, Raquel, con tu descripción de ese espacio tan íntimo desde donde escribimos! Yo soy Adela, soy de México, escribo y soy amiga de Berna Wang. Supongo que fue a través de ella que llegué hasta acá. Igual un día te apetece y te pasas por mi blog (http://reflejosenjuego.blogspot.mx/). Te dejo un abrazo grande.

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    1. Gracias, Adela, eres muy amable. Me daré un paseo por tu blog :-)

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