jueves, 6 de agosto de 2015

Celsius 232 y el baile de Cenicienta

Sí, ya lo sé. Ya lo sé: estas no son formas de llevar un blog. Si sigo en este plan, hablaré  sola para siempre jamás mientras sorbo mi sopa de elefante. De hecho, si no escribo más en este sitio es porque siempre tengo la sensación de estar lanzando palabras a la nada. Es el círculo vicioso de la pereza bloguera.

El caso es que hoy tengo que contaros algo (¿contaros? ¿Pero a quién? Bueno, da igual). Decía que tengo una historia que merece la pena. Allá vamos. Voy.




Gaviota, disfrutando de las vistas de Avilés







El lunes llegué a casa. Venía de Avilés, de vivir el Celsius 232. El Celsius es un festival literario en el que lectores, libros, escritores, toman una ciudad que parece haber nacido para ser literatura. En cuanto pones un pie en la calle, te envuelve una atmósfera... una atmósfera que... Ay, no sé, no sé de qué atmósfera estamos hablando, el caso es que hay una y te envuelve.


Avilés te secuestra. Te aleja un millón de kilómetros del mundo de todos los días y te mete de un empujón en otro donde, mires adonde mires, ves libros, lectores o escritores. O todo al mismo tiempo.


Al principio da vértigo, aunque enseguida te acostumbras y tardas nada en calzarte los zapatos de cristal y olvidarte de que tienes una vida fuera del Celsius 232. Y hablas de libros, de cachopos, de ilustraciones, de cabrales, de cine, de fabada (ofcors), y otra vez de libros y de ilustraciones y vas a una presentación donde descubres una novela que te entra mucha prisa por leer; y después hablas de lo bonitas que son las calles de Avilés, de lo bien que se come en Asturias y de lo mucho que comen algunos flacos con alma de gordos, mientras te dejas el caramelo del arroz con leche para lo último.


No os voy a engañar: me perdí el baile :-(. Nadie quiso colarse conmigo en una boda avilesina donde sonaba una cumbia, eso fue así. Y en vez de bailar me fui de paseo con gente a la que admiro, con gente a la que quiero, con gente que las dos cosas. Y hubo momentos en los que mis pies no tocaron el suelo, como si en vez de caminar estuviese bailando con el más guapo de aquella boda en la que no nos habíamos colado.


Gracias, Jorge, Cris, Diego, sois unos anfitriones de primera. Gracias por brindarme la oportunidad de respirar esa atmósfera que no sé qué es, pero que existe. Y te envuelve. Y te conviertes en Cenicienta, (en este momento sin su zapato de cristal: hace tiempo que dieron las doce)...



¿¡Cenicienta!?

¡Qué digo!

Volveré.


Con dos zapatos o descalza, volveré.



¡Hasta el infinito y más allá, Celsius 232!


Raúl Sagospe, Diego Arboleda y Cenicienta, emocionada y agradecida (por vuestros libros y por las risas compartidas)



César MallorquíAna Campoy y yo. El Celsius tiene estas cosas.



Harry Potter de pequeño. Adorable.





 Mis dedicatorias favoritas: Diego Arboleda, Raúl Sagospe, Javier Ruescas.


Con Fa Orozco y Ana Campoy, de terracitas avilesinas.
Álex, Ana y yo con Jorge Iván, uno de nuestros increíbles anfitriones.
Cris Granger y Sebas Mouret. La chica de la voz bonita y el chico de la mente privilegiada.


Ana Campoy y yo, jugando a superhéroes. Mientras tanto, los niños concentrados, que tenían que elegir un poder.  



Y la luna azul se coló en el cielo de Avilés, como la guinda de este pastel :-)

Con Pupi, Álex y Ana, despertando poquito a poco, alegres como ardillas comiendo piñones.






5 comentarios:

  1. Mi querida profesora, desde que te conocí en aquel curso de Escuela de Escritores, me enlacé a tu blog. Sí, es verdad, los blogs andan muertos, también el mío está moribundo, pero siempre hay alguien detrás que entra y lee, y a veces deja un comentario. Por eso vale la pena.
    Y a mi me ha parecido esta entrada, una elegante manera de expresar tu entusiasmo vivido en Celsius 232, así que te agradezco el escrito. Besos

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  2. Me has hecho soñar por unos momentos, en todo lo qué has vivido junto a Ana Campoy. Se os ve felices. Que gran envidia me dais las dos. Pero me alegro por vosotras- Felicidades.
    Besitos de la abuela Ángela.

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  3. Gracias por estar del otro lado, Anna y abuela Ángela. ¡Qué ilusión saber que no estaba más sola que la Luna! Besos y abrazos a las dos :-).

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  4. Yo no sé cómo llegué aquí (yo creo que por culpa de Berna Wang que teje redes) y te leo a veces, Raquel. Yo soy de México y mi padre, mis tías y mis abuelos eran de Avilés, adonde fui hace más de treinta años y he de volver pronto, a recordar esa atmósfera. Me encantó lo que cuentas y cómo lo cuentas. También escribo y tengo un blog (http://reflejosenjuego.blogspot.mx/). Te dejo un abrazo de ultramar.

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    1. ¡Ay Adela, perdona! Soy un desastre, pobrecito blog.
      Avilés es más guapa ahora que hace treinta años, ¡tienes que volver!
      Gracias por estar del otro lado.
      Un beso :-)

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